miércoles, 24 de abril de 2013

UN EJERCICIO DE CONCIENCIA HISTÓRICA: CIUDAD UNIVERSITARIA




La segunda mitad del siglo XX arroja mucha luz en torno al desarrollo del diseño arquitectónico mexicano con aportaciones que recogen de la tradición cultural de nuestro país su rasgo distintivo en el marco de prácticas arquitectónicas universales y de vanguardia.
A pesar de que la construcción de una ciudad para la máxima casa de estudios de nuestro país se concreta hasta mediados del siglo XX, quizá no exista otra obra que, de manera tan contundente una a diversos periodos, generaciones y ejercicios de la arquitectura y el arte en general de México. Baste mencionar cómo el proyecto unió el trabajo y la gestión de personajes como Luis Barragán, Vladimir Kaspé, José Villagrán García, Teodoro González de León, etc., quienes vivieron y han vivido tiempos tan distintos en su quehacer. O las posturas encontradas para los trabajos de muralismo en el campus que experimentaron Juan O´Gorman y David Alfaro Siqueiros.
La empresa se toma bajo la influencia de un Movimiento Moderno que ya había ofrecido buenos resultados a diferentes problemas en el mundo de posguerra, y ante el reto y la oportunidad única de proyectar al mundo entero el “milagro mexicano” a través de un conjunto que pretendía erigirse como símbolo de conocimiento universal y conciencia histórica nacional.
Desde el punto de vista de diseño, Ciudad Universitaria (CU), es una experiencia del movimiento racionalista que se arraiga en México y al mismo tiempo se eleva hacia lo universal al fundirse con nuestra rica tradición cultural, logrando en su resultado una combinación equilibrada.
A continuación se abordan sólo algunos de los espacios y trabajos que conforman este conjunto.

PLAN MAESTRO
El Plan Maestro fue encabezado por los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, ganadores de un concurso interno de ideas convocado, organizado, desarrollado y sancionado por los propios profesores de la Escuela de Arquitectura. Al mismo tiempo, los alumnos Enrique Molinar, Teodoro González de León y Armando Franco elaboraron un croquis que, después de ser perfeccionado, se integraría a la propuesta final.
Con un pasado prehispánico de calidad colosal en sus espacios abiertos, el Plan Maestro de CU guarda relaciones con Monte Albán, Oaxaca y su gran plaza bordeada de edificios como antecesor del atrio de los templos cristianos.
En el primer ejercicio de urbanismo moderno en el país se aprecia un conjunto estructurado por dos ejes principales: el de Av. Insurgentes, que lo recorre de norte a sur, y el eje este-oeste sobre el que se desarrollan la plaza principal, Rectoría y el Estadio Monumental. Es un emplazamiento abierto, integrado al entorno, pero contenido por las vialidades (entre las cuales no existen conexiones a noventa grados), y los edificios; con pasos a desnivel y largos recorridos para automóviles y personas.
En diálogo con el medio natural, la construcción del medio cultural se desarrolla a través de múltiples texturas, materiales, formas, taludes, macizos, sombras, remates, recorridos, planos, aire, tierra, cielo, sol y memoria; ese mundo interior creado por la estructura general del sitio, bajo el secular imperio del cosmos.

INTEGRACIÓN PLÁSTICA
Se trata de un trabajo multidisciplinario entre arquitectos, ingenieros, pintores y escultores, que acaso constituya una síntesis plástica sobre la desnudez racionalista, una suerte de “simbiosis cultural” que le regresa a la arquitectura su función segunda, esa que el Moderno le negaba. Mucho antes aun de cualquier intención abiertamente posmoderna. 
En la integración de obra plástica intervinieron: Juan O`Gorman, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Chávez Morado, entre otros.
Tal vez la última expresión de esta decidida incorporación de las artes hermanas de la arquitectura al conjunto es la conformación del espacio escultórico, donde se pueden apreciar obras de artistas como Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Sebastián, Federico Silva, Hersua y Mathias Goeritz.

ESTADIO UNIVERSITARIO
Esta obra, una de las más destacadas en el campus universitario, ha sido objeto de estudio y admiración de diferentes personajes como Pierre Bourdieu, Frank Lloyd Wright y Diego Rivera. Se trata de un edificio de planta circular, de aspecto masivo, el cual no muestra su estructura de concreto, recubierta por taludes a base de rellenos de tierra contenidos por ricos planos construidos con texturas a base de piedra. Este carácter masivo justificaba las reminiscencias protodóricas del acceso principal.
Todos los movimientos exteriores de los usuarios se hacen a través de planos inclinados, esto es, no hay escalones. La elegante curva superior del estadio, esa que vuelca el paisaje hacia el interior del mismo, es el resultado de los análisis estructurales y arquitectónicos. Según el autor, “responde a la necesidad de llevar más gente a los puntos del graderío de mejor vista”, pero tal vez estemos ante un gesto de modestia por parte de Palacios hacia un atributo que muchos leen como una clara cita al sombrero charro o a los cráteres volcánicos. Dicha curva, con su ligereza y gracia, se opone a la composición masiva general del inmueble y le provee un equilibrio plástico destacado.
Al conocer el estadio, Frank Lloyd Wright aseguró que se trataba de una obra auténticamente mexicana, que no era una imitación y que no dudaba en que se convirtiera en una de las obras más importantes en la historia de la arquitectura universal.
Por su parte, Diego Rivera destacó la prevalencia del paisaje (no olvidemos que recién construido, el estadio dialogaba con un entorno que era básicamente un manto de rocas volcánicas), y su conformación a manera de cráter “arquitecturizado”. Cabe señalar que el muralista hizo un ejercicio de integración plástica en una fase muy avanzada de la obra, es por ello que existen voces que señalan su intervención como un suceso desafortunado para el estadio.
No son pocos quienes aseguran que esta obra, con el paso del tiempo, será más reconocida y que pudiera colocarse, en la apreciación más escrupulosa, aun por encima de la Casa Estudio de Luis Barragán.


FRONTONES
Esta es la obra del campus universitario más visitada por expertos y legos. Su disposición escalonada permite la creación de patios, que a su vez son antesalas. En el caso del patio del frontón cerrado, funciona como vestíbulo abierto, tal vez aquí podemos leer nuevamente la presencia del atrio.
Se componen de estructuras de concreto que tienen la función de albergar los servicios, recubiertas de piedra braza a manera de talud que sugieren una arquitectura casi metafísica. Estructuras de doble función, que albergan los servicios entre sus muros inclinados (exteriores), y los ortogonales (interiores).
Alberto Arai, autor de esta reconocida obra, sintetizaba toda obra arquitectónica bajo cinco factores:
1. Geográficos.
2. Humanos.
3. Constructivos.
4. Económicos.
5. Plásticos, emotivos.
En la obra de los frontones podemos leer estos principios: economía en la sencillez de sus formas, claridad constructiva y distribución lógica, materiales del lugar, diálogo con el entorno natural y el construido, pero sobre todo, el concepto del diseño muestra una arquitectura mexicana, la comprensión y reelaboración de las fuentes populares, religiosas y tradicionales.
Ante un programa sumamente sencillo, la dualidad se presenta a propósito de este discurso de planos: reinterpretación de las pirámides prehispánicas conviviendo con los lenguajes arquitectónicos, entendiendo la relación del abierto-cerrado, paisaje-edificio; se construyen externa e internamente, objetivamente y subjetivamente, es decir, material y espiritualmente.

PABELLÓN DE RAYOS CÓSMICOS


El Pabellón de Rayos Cósmicos de Jorge González Reyna y Félix Candela no sólo era un laboratorio porque albergaría diferentes pruebas científicas, sino porque se constituiría en objeto de la experimentación tecnológica e innovación plástica en arquitectura.
Es una de las primeras obras que le otorgarían a Candela el reconocimiento del cual goza de manera universal.
Es un módulo estructurado por tres arcos de concreto que dejan libre la planta inferior y que soportan en una planta alta a las áreas de laboratorio, cubiertas por un manto ondulado (una cáscara de concreto de 15 cts. de espesor), sobre sus costados este y oeste. Los muros que cierran los flancos norte y sur, también son ondulados, y en conjunto con el resto de la estructura responden al principio de economía y eficiencia que tenía como fundamento en su obra Félix Candela.


CONCLUSIÓN
Debo aclarar que estas conclusiones las buscaba para una posible ponencia con el tema “Diseño arquitectónico mexicano”, para el VIII Congreso de Investigación y Docencia convocado por la Universidad de Durango. Ante la ingente cantidad de información relativa al ejercicio arquitectónico en México a través de su historia, encontré en Ciudad Universitaria un importante punto de inflexión que significaría el inicio de una nueva era para nuestra arquitectura. El ejercicio en El Pedegral permitió a los protagonistas de esta empresa ver hacia el interior de nuestra  tradición y de la historia para proyectarse hacia ámbitos universales.
Pero, ¿dónde estamos ahora? ¿Qué ha pasado después de la cristalización de tan altos anhelos con el logro de CU?
El esfuerzo no fue en vano y trascendió al tiempo, en la obra de autores como Pedro Ramírez Vázquez, Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky se pueden leer rasgos que tienen su origen en manifestaciones artística previas a la conquista.
En el primero se advierten signos abiertamente precolombinos: proporciones, manejo del espacio abierto e incluso riqueza en la calidad táctil de algunas superficies a base de la repetición de elementos.
Por su parte, González de León, alumno de LeCorbusier, supo integrar a sus lecciones brutalistas deliberados gestos emanados de su experiencia con los sitios arqueológicos del sur de nuestro país: sus taludes ajardinados eran el recuerdo de las pirámides recubiertas por el tiempo con tierra y espesa vegetación.
Prácticamente una década antes de CU y con su osada visión para fraccionar y urbanizar un manto de rocas volcánicas, Luis Barragán daba inicio a una nueva era para el paisajismo mexicano. La segunda mitad del siglo XX significó para Barragán su decantación por la tradición y por el gran peso de la historia mexicana
 
Otros, como Agustín Hernández Navarro, ligado al movimiento de la ruptura estética, no escatimaba en contenido de origen prehispánico en sus obras: serpientes enormes como recintos para la meditación, tableros de Mitla ornamentando un hospital de finales del siglo XX, un mascarón intemporal de Chac Mool en el edificio de gobierno de un complejo militar, donde los comedores y dormitorios son claras alusiones a las pirámides precortesianas.
Ricardo Legorreta llevó a escalas inusitadas toda la sobriedad y el encanto de claustros y templos mexicanos, el señorío de los cascos de hacienda y la fiesta popular del color.  


Augusto Quijano Axle ha incorporado a su lenguaje (a sus recursos arquitectónicos), lo aprendido de la herencia arquitectónica yucateca y de la región. Encontramos en su obra importantes ejercicios de integración, patios centrales, pórticos y hasta un estilizado arco, hecho casi contra su voluntad.
La obra de Alejandro Zohn responde a premisas modernas que tocan a Zevi y sus invariantes, sin embargo, en la calidad de sus espacios, sobre todo en los abiertos, podemos descubrir el eco de nuestro antepasado indígena.
En la calidez del tabique desnudo de las obras de Carlos Mijares Bracho se advierte el gusto por el trabajo artesanal y detallado que genera innumerables juegos de luz y sombra. Vista la suya como arquitectura de tierra, preponderantemente, no se puede dejar de asociar este lenguaje al proveniente del mundo árabe que tanto permeó en España.
Existen otras firmas mexicanas en cuya obra la influencia azteca, maya, virreinal, popular, etc., ha quedado implícita: Mauricio Rocha, Moyao Arquitectos, Javier Sordo Madaleno, Muñoz Arquitectos y Miguel Ángel Aragonés, entre otros.
Esto es, el legado de Ciudad Universitaria es mucho más que un vasto y rico espacio físico, es la conciencia sobre nosotros mismos, sobre lo que hemos sido y lo que podemos ser. El conjunto de la UNAM representa un esfuerzo por esclarecer cómo ha de ser el espacio “mexicano” en un marco cultural cuya tendencia sigue siendo el derribo de fronteras. 



Siendo pues, la arquitectura un importante componente del intercambio cultural de un mundo comunicado prácticamente en toda su geografía y en tiempo real, el contenido de la misma se convierte en un valor agregado, plataformas de competencia directa entre firmas. Nuestro país, además de contar con una rica tradición arquitectónica, de la cual pueden abrevar las propuestas más innovadoras, permite al estudioso del diseño arquitectónico, dinámicas de comprensión y propuesta para cualquier medio, para cualquier nación. Esto es, más que un producto en sí mismo, el desarrollo de procesos puede empezar a influir hacia afuera, a través de las redes electrónicas desplegadas por todo el orbe.
En resumen: Ciudad Universitaria es la revaloración de lo propio, el reconocimiento de lo externo y el posicionamiento universal con los rasgos distintivos más valiosos para un crecimiento espiritual del hombre a través de su espacio vital.

Jerónimo Iván Saucedo García


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